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miércoles, 17 de octubre de 2012
Aventura extrema
Tomó la decisión de
participar de un grupo y viajar a una montaña, de la cual saltarían en
paracaídas, todos sus preparativos fueron muy rápidos: el permiso en el
trabajo, la compra de los materiales, el pasaje e infinidad de detalles que
preparar. Llegar a destino les tomó dos días, debido a los senderos
pedregosos y lo inhóspito del lugar. El campamento se instaló en la base de la
montaña, desde ese lugar podían apreciar la pequeña plataforma de donde
saltarían al día siguiente. El grupo tenía una gran expectativa de lo que
ocurriría.
Con
los primeros rayos de sol, salieron con rumbo a la montaña y para el medio día,
estaban listos para el salto. Los saltos se fueron sucediendo uno tras otro,
hasta que su turno llegó, respiró profundo y, a la voz de ‹‹ahora››, corrió
para luego dejarse caer en el vacío. ‹‹Fue espeluznante››, comentó de regreso
en el campamento, ‹‹treinta y ocho segundos que parecieron una eternidad››.
Reunidos
ya de regreso en el campamento, cada uno relataba su experiencia y, recordando
la sensación del momento del vuelo, todos coincidían en la experiencia única de
la que habían participado; excepto uno, que cuestionó lo riesgoso de la
situación, los escasos medios con los que contaban de producirse un accidente,
que no serían suficientes para cubrir una emergencia, y que sin parar vociferó:
‹‹esto es una locura››; el resto de los miembros del grupo simplemente
encogieron los hombros, y musitaron mirando hacia los precarios materiales,
‹‹esto es su verdad››.
martes, 25 de septiembre de 2012
Amigo fiel
El
recorrido del pueblo a la ciudad era de ciento cuarenta y dos kilómetros.
Tenía
cara de sumiso y el hocico entre los pies, estaba enroscado durmiendo en la
calle; cuando oyó que se habría la puerta, saltó de su sueño y se aproximó batiendo
la cola entre las piernas. La sorpresa fue de la dueña del perro, que dio un
grito «¡Terry!».
Había
hecho un viaje de rutina, para visitar a su hijo mayor, que terminaba sus
estudios; la madre había llevado al más pequeño de los niños, llegaron para
saludar al joven, que se había alejado de la casa para concluir el secundario,
debido a que en el pueblo no había un colegio con estos cursos.
La
mascota tenía diez años, uno menos que
el niño menor de la familia.
Terry
era la delicia de los chicos, los
acompañaba en todas sus actividades: al río, a jugar a la pelota, a
cazar lagartijas, caminatas por el lago y algunas excursiones en bicicleta.
Para
el menor de los tres varones, Terry era como un hermano con quien podía jugar
hasta el cansancio, sin llegar a las peleas diarias, como con sus hermanos.
¿Como
hizo para recorrer esa distancia? Se preguntaba el pequeño, en algunas ocasiones
junto a sus amigos habían hecho parte del recorrido en bicicleta que fue agotador;
tenían empinadas cumbres que subir y atravesar ríos de deshielo de las montañas,
que surcaban hasta terminar en el inmenso lago, lugar donde terminaba la excursión.
Cuando
el muchacho vio al perro, corrió para abrazarlo, estaba agotado y hambriento;
le dio comida y lo limpió el pelo que lo tenía lleno de polvo, debido a que el
camino que había recorrido era de ripio.
Dejó
que descanse todo el día, ya que al siguiente tendrían que retornar a su casa;
esta vez buscó una caja donde llevar a su compañero de aventuras, así nadie en
el ómnibus se quejaría.
Terry
no hizo ruido alguno durante todo el trayecto de regreso, cuando percibió que
llegaron al pueblo, saltó de su caja y se dirigió a saludar al padre del niño
que los esperaba.
Como
si no hubiera sucedido nada, Terry estaba más que feliz de que regresaran al
hogar.
domingo, 19 de agosto de 2012
Carta a un amigo (pedido)
Apreciado amigo:
Te cuento que mi estadía en tu linda ciudad fue la mejor que tuve este año, disfruté de las cascadas en el río, y el agua fresca de estas, hizo que olvidara el sofocante calor de mi ciudad. Los días de caminata en las montañas hicieron que sintiera todo mi cuerpo agotado al límite. Aun puedo salir a caminar por las plazas intentando recrear esos momentos que disfruté durante mi estadía y caminar por esos parajes, aunque con poco éxito.
Fue en una de esas caminatas cuando una tarde en que el sol daba en el horizonte, que tu sombra se magnificó y la relacioné con tu enorme espíritu, fue la tarde en la que bajamos a esa cueva, armados de linternas, cascos y cuerdas, en la que descubrí decenas de maravillas ocultas por miles de años. En un recodo de la cueva, encontré una roca colorida que llamó mi atención, tenía todo el aspecto del arco iris en miniatura; cuando te la mostré me dijiste que era algo muy raro.
Deseo hacerte un pedido: si pudieras enviarme esa roca que se me cayó del bolsillo al salir de la cueva mientras hacíamos el ascenso y nos apresurábamos debido a la lluvia que nos sorprendió.
Tu amigo.
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